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Mostrando entradas de abril, 2009

Los violines de Ákaba

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¡ ÁKABA ! Esta ciudad jordana siempre había evocado en mí el sabor de la aventura, de la Historia y de la leyenda. Quien haya leído Los siete pilares de la sabiduría , de T. E. Lawrence o visto la versión cintematográfica de David Lean, Lawrence de Arabia , sabe a qué me refiero. En realidad fueron hechos reales. La ciudad estaba en poder de los turcos quienes, esperando la invasión desde el mar, colocaron todas sus fuerzas cara a la costa. A sus espaldas sólo estaba el desierto y por ahí no podía pasar nadie así que ¿para qué vigilarlo? Pero el caso es que Lawrence sí pudo; condujo a sus tropas árabes a través de las ardientes arenas y sorprendió al ejército turco por la retaguardia. Y yo estaba allí, pisando el mismo suelo que pisó él. Lástima que en la vida real no puedas acompañar estos momentos mágicos con música, con la banda sonora de Maurice Jarré . Pero el caso es que en mi visita a Ákaba sí que oí música. Llegué al hotel, al borde del Mar Rojo -tan precioso que p

Bangkok

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Krung Thep Mahanakhon Amon Rattanakosin Mahinthara Yuthaya Mahadilok Phop Noppharat Ratcharhani Burirom Udomratchaniwet Mahasathan Amon Piman Awatan Sathit Sakkathattiya Witsanukam Prasit. Que traducido quiere decir "Ciudad de ángeles, la gran ciudad, la ciudad de joya eterna, la ciudad impenetrable del dios Infra, la magnífica capital del mundo dotada con nueve gemas preciosas, la ciudad feliz que abunda en un colosal Palacio Real que se asemeja al domicilio divino donde reinan los dioses reencarnados, una ciudad brindada por Infra y construida por Vishnukam" . O, para abreviar, Bangkok . Foto: Templo Watt Arun de Thon Buri , por Carlos Álvarez Fdez

La piel en el asfalto (II)

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Continuamos recordando la red viaria de otros países con la seriedad y el rigor que nos caracterizan. En la primera parte veíamos que los arcenes portugueses pre-Eurocopa estaban adornados con coches siniestrados, que las autopistas de Francia pueden resultar tan peligrosas como las del Tercer Mundo porque te cuestan un ojo de la cara, y que Egipto y Marruecos serían el paraíso de los conductores suicidas, no necesariamente a causa de la Yihad.    Las carreteras griegas tienen sus cunetas adornadas con unos graciosos ex-votos como el de la foto de arriba: maquetas en miniatura de capillas ortodoxas que se colocan en memoria de las víctimas en los lugares donde ha habido un choque, una salida de carril o un atropello (como los ramos de flores en España); al parecer la costumbre ha derivado también en su colocación como advertencia de una zona peligrosa. Si nadie hace caso de las señales quizá se lo hagan a la mano divina. Recuerdo que me pasé un viaje por Grecia , desde el Peloponeso

La piel en el asfalto (I)

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Iba recorriendo kilómetros y kilómetros por carretera y la decoración era siempre la misma: tanto a un lado como a otro del arcén el adorno consistía en un coche abandonado, desvencijado, corroído por el óxido, revestido de abolladuras, arrugado como un acordeón. Por supuesto, ni rastro de cristales o neumáticos. De vez en cuando había una pequeña variación y, en lugar de restos de un tortazo, me encontraba una carrocería calcinada. Era como una jornada a través de un campo de batalla donde se podía notar el olor del napalm por la mañana, como la exhumación de una fosa común, rebosante de esqueletos de los que únicamente tenemos la certeza de sus huesos y desconocemos su historia. Hace veinte años las cunetas de Portugal eran así, una especie de exposición de arte conceptual en la que a la pieza sólo le faltaba el cartelito con el nombre, como si uno de esos iluminados de ARCO hubiera diseminado por el país el contenido de un desguace para conseguir, pongamos, algo titulado "Tex