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Mostrando entradas de febrero, 2009

Un taxi en El Cairo

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Hay algo que debe hacer todo turista que viaje hasta El Cairo y quiera vivir una experiencia única. Claro, pensará inmediatamente cualquier lector; hay actividades para dar y tomar: sufrir claustrofobia en el interior de una pirámide, marearse dando un paseo por el Nilo en falúa, quedar con cara de tonto cuando el dueño de un camello trata de cobrarte el doble de lo pactado al terminar el paseo de dos minutos, ganar una jaqueca de campeonato regateando en el zoco de Khal-El Khalili, enfundarte en una túnica de pies a cabeza (si eres mujer) para poder visitar la Gran Mezquita de Alabastro , quedarse boquiabierto ante los miserables que sólo encuentran vivienda entre las tumbas de la Ciudad de los Muertos (eso sí que son soluciones habitacionales), pagar un sustancioso extra para contemplar las momias del Museo Egipcio , estofarse al calor del desierto en una escapada a Menfis para ver la pirámide escalonada de Zoser ... Pero yo hablo de algo más. De una inyección de adrenalina sin

Simba

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  Pero ¿hay leones en África ? Eso es lo que me preguntaba tras intentar, denodada e infructuosamente, avistar uno. Ojo, que no quiero decepcionar a nadie; si algo tiene un viaje a este continente es la garantía absoluta de que uno va a ver fauna por un tubo y en su entorno natural. Ocurre simplemente que a veces algunos bichos se resisten a exhibirse ante los turistas; al fin y al cabo aquéllo no es la casa de Gran Hermano, entre otras cosas porque los leopardos, elefantes e hipopótamos, pongamos por caso, tienen más cerebro que los concursantes de esos programa de televisión.    Se supone que en el Parque Natural del lago Manyara , Tanzania , vive una raza de leones que tienen por costumbre encaramarse a las acacias para dormitar. Digo se supone porque, tras una visita en la que revisamos todos los arboles minuciosamente, tuvimos que irnos sin poder vislumbrar uno solo. Como quedaban días por delante, no nos desanimamos; estábamos seguros de que habría otra oportunidad en las siguie

Café en Londres

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¿Pero qué le pasa a esa gente? ¿Es que tienen que dar la nota en todo? Circulan por la izquierda, miden en millas, se aferran a sus decadentes libras esterlinas, siguen usando bombín, juegan a esa versión del béisbol para estreñidos que es el cricket... ¿Estarán afectados por la brisa marina atlántica? No, no puede ser; yo vivo en el Cantábrico y soy medio normal. Quizá sus cerebros sufran alguna mutación, fruto de una indigestión por la inasumida pérdida del imperio o por su bazofia, perdón, su cocina (?) nacional. El otro día visité Londres . Estuve cinco días y no fui capaz de conseguir un café mínimamente presentable. Ojo, que no estoy diciendo bueno o malo, de esta marca o de aquella otra; no soy tan cafetero. Simplemente hablo de presentación. Si comes en un restaurante inglés y quieres terminar la sesión metiéndote cafeína, como solemos hacer en España, ya puedes prepararte para lo que te puedan servir. Una tarde decidí merendar en una especie de pastelería y pedí uno; un

Esperando pelos vossos

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Hay una escena de El estudiante de Salamanca que siempre me ha producido un placer morboso. Me refiero al final, cuando el protagonista Diego de Montemar acude de noche al cementerio donde está sepultada la amante a quien engañó y se encuentra con los esqueletos levantándose de sus tumbas y a la damnificada, ahora uno de ellos, abrazándole y besándole mientras le arrastra a la tumba: Puro romanticismo decimonónico, vamos: Sintió, removidas las tumbas, crujir a sus pies con fragor chocar en las piedras los cráneos con rabia y ahínco feroz, romper intentando la losa y huir de su eterna mansión, los muertos, se súbito oyendo el alto mandato de Dios. (...) El cariado, lívido esqueleto, los fríos, largos y asquerosos brazos, le enreda en tantoen apretados lazos, y ávido le acaricia en su ansiedad: y con su boca cavernosa busca la boca a Montemar, y a su mejilla la árida, descarnada y amarilla junta y refriega repugnante faz. Sin saberlo, Espronceda había compuesto el

El ombligo del mundo

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La Tierra tiene ombligo. Y no está en Inglaterra ni en EEUU, para asombro y frustración de sus habitantes. Tampoco en Rusia aunque, si se busca en Internet, el ombligo se identifica con el cráter minero que está excavándose cerca de Mirna, en Siberia . Pero teniendo en cuenta sus características, 525 metros de profundidad por 1.200 de ancho, y lo lejano del lugar, más que con el ombligo yo lo consideraría el culo del mundo. Lo sé, lo sé es un chiste fácil. No, el ombligo al que me refiero está en Grecia ; fue situado por sus antiguos habitantes en el recinto sagrado de Delfos . Según la mitología, Apolo mató una serpiente que guardaba el lugar para quedarse con su sabiduría (los dioses griegos eran así); luego enterró las cenizas del ofidio bajo una gran piedra encima de la cual levantó un templo en su propio honor (que sí, que eran así), presidiendo desde entonces el más prestigioso oráculo de la Hélade. Allí sigue, 2.500 años después y convertido en objetivo de las cámaras de

El día de la marmota

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Hay una película muy conocida de Harold Ramis titulada Atrapado en el tiempo . En ella Bill Murray es un periodista enviado a un pueblo para realizar un reportaje sobre una curiosa fiesta local, el Día de la marmota . La celebración consiste en la asistencia multitudinaria al despertar del letargo de una marmota llamada Phil , lo que sirve para predecir el tiempo que hará ese año según cómo se comporte. El personaje de Murray, un tipo malencarado en permanente guerra con el prójimo, sufre una especie de maldición por la cual se despierta cada mañana en el Día de la marmota, viéndose obligado a vivir la misma jornada una y otra vez como si de una pesadilla se tratara. A mí me pasó lo mismo en Marruecos. Día uno de la marmota. Empieza el viaje en Marrakech. El guía nos enseña lo más destacado de la ciudad, como es lógico, y luego nos lleva a una visita pactada a una herboristería y una tienda/fábrica de alfombras, donde nos invitan al preceptivo té con menta para luego hacer una dem

La maldición de los faraones

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¿Qué nos lleva a cometer estupideces? ¿Por qué en las películas de terror el grupo de amigos/cretinos se separa si todos sabemos que así el asesino les irá matando de uno en uno? ¿Por qué todos los presidentes del fútbol afirman que su equipo tiene posibilidades ese año de ganar la Liga o entrar en puestos europeos (o no bajar de categoría, o subir)? ¿Cómo es que seguimos ignorando quién es el asesino de las novelas de Agatha Christie si sólo hay que apuntar al menos probable? Todo esto viene a cuento porque cuando viajé a Egipto tenía muy claro algo que no debía hacer bajo ningún concepto: beber agua no embotellada, o echar hielo en la bebida, o comer ensaladas o fruta con piel; el agua local contiene bacterias que producen problemas intestinales. Todas las guías lo advierten, todos los foros de Internet lo confirmaban; todos los amigos que fueron antes me lo habían recordado... Con tanta información ¿quién iba a ser tan estúpido como para meter la pata? Yo. Ocurrió el segund

Nairobi, la sórdida

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El adjetivo no es mío sino del periodista/escritor Javier Reverte, que se lo aplica en su magnífico libro El sueño de áfrica . Nairobi es una ciudad joven, como la mayoria de las del África negra. Se fundó el año 1899 en una meseta pantanosa donde los kikuyu y los maasai abrevaban su ganado cuando la sequia les desplazaba de sus territorios habituales y no estaban ocupados matándose entre si. Los británicos desplazaron a unos y otros para construir un ferrocarril que atravesara el pais y decidieron que aquél era un buen lugar para establecer un apeadero, asi que desecaron la zona, levantaron una estación y permitieron a los obreros asentar sus chozas. En pocos años Nairobi, nombre tomado del rio desaparecido, se convirtió en la capital del protectorado en perjuicio de Mombasa. Actualmente es una de las ciudades más pobladas del continente con casi tres millones de personas. Probablemente sea también una de las menos bonitas y no lo digo sólo por sus famosos barrios de chabolas, l