La Inmaculada de Soult

Retomemos la figura del mariscal Soult para explicar su relación con Andalucía en general y Sevilla en particular.

Estamos en una España invadida por las tropas francesas, donde el 2 de mayo ha sido ahogado en sangre y la derrota de Bailén un accidente para Napoleón que no se volverá a repetir en lo que queda de guerra. Zaragoza acaba de caer en manos del mariscal Lannes quien, amparándose en el Real Decreto de 20 de diciembre de 1809 que autorizaba la expropiación del arte nacional, saquea la Basílica del Pilar haciendo oídos sordos a las protestas de su propio colega de armas, Junot. Acaba de abrirse la veda.

En el sur es Soult quien manda con poderes casi de virrey. Y Soult es un gran aficionado al arte, tanto que no ha tenido reparos en quedarse con numerosas piezas durante las campañas europeas de Napoleón -Austria, Italia, Alemania- que va guardando en su castillo de Soultberg. Pero aquello no era nada comparado con lo que se encuentra en España. Establecido en el Palacio Arzobispal sevillano, se queda obnubilado con las pinturas y tallas de los maestros andaluces: Velázquez, Zurbarán, Valdés Leal, Alonso Cano, Herrera el Viejo y, sobre todo, Murillo. En eso no fue muy distinto de Murat, por ejemplo, que se quedó con los cuadros del Palacio de Aranjuez, sólo que éste prefería a los artistas italianos.

Ésa es la gran paradoja: Europa descubrió la pintura española, hasta entonces desapercibida, gracias a la rapiña francesa. Soult llega a recopilar casi dos centenares de lienzos en los Reales Alcázares y las va enviando en diez entregas a Francia, a su esposa, que "no daba crédito a sus ojos". No todos llegaron porque Pepe Botella reclamará veintisiete para su proyecto de museo en Madrid. El mariscal siente especial predilección por Murillo, del que su obra preferida es la  Visión de San Antonio de Padua: esta obra de 56 x 33 se halla en la Catedral hispalense y el arzobispo sólo conseguirá conservarla -Soult le dio la turra a base de bien- ofreciéndole a cambio un Nacimiento de la Virgen del mismo autor.

Sin embargo será la Inmaculada Concepción la que alcance la fama, conociéndosela desde entonces como Inmaculada de Soult. Vendida al Louvre a la muerte de su nuevo dueño por 615.300 francos de oro (récord mundial teniendo en cuenta la época de la que hablamos), sería recuperada en 1941 por otro Franco, el general, que la intercambió por un retrato velazqueño de Mariana de Austria: el museo francés creyó que hacía el gran negocio y metió la pata. El cuadro, por cierto, no volvió a su ubicación original, el Hospital de los Venerables de Sevilla, sino al Prado.

Dijo Napoleón: "Debí dar un gran escarmiento, comenzando por los mariscales, por Soult, el más rapaz de ellos". Cierto, pero citemos también un refrán  -Otros vendrán que bueno me harán- como anticipo del próximo post. Turno para los británicos. ¡Uf!

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