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Mostrando entradas de junio, 2010

El desafío de las águilas

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Uno de los momentos más increíblemente mágicos de cualquiera de los viajes que haya hecho, y que probablemente haga, no lo viví en tierras exóticas, islas paradisíacas, selvas intransitables o conurbaciones de millones de habitantes. No. Fue aquí, en España, en la Sierra de Piedrahíta . Habíamos pasado el día de excursión visitando los pueblos de esa montañosa zona de la provincia de Ávila . Al terminar la jornada subimos el puerto de Peña Negra e hicimos un alto para contemplar cómo tachonaban el cielo los acostumbrados parapentes de colores, planeando para aprovechar hasta el último minuto de luz de un sol que se ponía tiñendo de ocre aquella ingente llanura cuyo horizonte se perdía a la vista. A continuación nos pusimos en marcha de nuevo y descendimos el alto por la otra ladera. Tras un rosario de curvas y contracurvas salimos a la carretera que une el Parador de Gredos con El Barco de Ávila . Y súbitamente se materializó una visión inaudita, impresionante. Ante nuestro automó

El despertar de la momia

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Este es un post para frikies muy (pero que muy) f rikies que se me ocurrió el otro día mientras escribía sobre los derviches . Entonces, hablando sobre aquel espectáculo al que asistí en El Cairo , mencionaba que, aparte del baile giróvago, también hubo danza del vientre y ambas actuaciones estaban amenizadas por músicos tradicionales egipcios . Bien, hagamos un alto y cambiemos de tercio. Nos retrotraemos al año 1981, cuando en el cine aún había películas no comerciales y series B. Aquel verano entré en una sala para ver uno de esos títulos que luego sólo se podrían encontrar en vídeo-clubs y actualmente hay que rastrear por Internet. Se llamaba El despertar de la momia y había que verla para creerla; era tan mala que pasó a formar parte de mis favoritas. ¿El argumento? Grandioso: un equipo de publicistas de moda que están rodando  en Egipto eligen como decorado la tumba de Shafiramán, personaje siniestro que fue enterrado vivo junto a sus acólitos por su depravada afición al can

Los derviches giróvagos

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Al final resulta que se repiten los modelos. Si a los guiris que visitan España los llevan a un tablao flamenco, los turistas en Buenos Aires acaban en Caminito viendo tangos, en Grecia descubren el sirtaki y en Tanzania danzas tribales, es lógico que pasar por El Cairo implique asistir a la Danza del Vientre y el Baile de los Derviches . La del derviche es una figura típica del mundo sufí musulmán equiparable a los ascetas y místicos cristianos o a los yoguis hindúes. Ancestralmente vivían en la pobreza depreciando la vida material -su nombre procede de la palabra persa al-darawish , que significa mendigo - y ejecutaban sus danzas giróvagas igual que otros recitan mantras o rezan hasta levitar, porque su sentido es precisamente la búsqueda del éxtasis espiritual -ellos dicen que baila el espíritu, no el cuerpo-, metaforizando las elipsis de los cuerpos astrales: el Sol, la Tierra, los planetas y sus satélites... De hecho, otra acepción de la palabra es "el que abre las puer

Hermanos de sangre

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Hace unos días se cumplió el 70º aniversario de la invasión de Francia por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Era junio de 1940. La fabulosa maquinaria bélica creada a lo largo de los años de gobierno nazi había invadido Polonia con la excusa de la ciudad de Danzig, el espacio vital y tal y tal. El Gobierno británico quedó en ridículo porque su primer ministro, Neville Chamberlain , había cedido hasta entonces ante todas las barrabasadas de Hitler, como la anexión de los Sudetes o Austria . Al final, una frase inmortal de su adversario político, Winston Churchill, resumió la situación: "Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra; elegísteis el deshonor y además tendréis guerra". El caso es que hubo cambio de premier (Chamberlain murió a los pocos meses) y se declaró la guerra a Alemania , tal como se había prometido a Francia. Pero en 1940 la Wërmacht era imparable. Ante la ola de las divisiones Panzer los polacos sólo pudieron oponer escuadrones de lance