El rocambolesco viaje a Brasil de Toni Kuakman (II)


Continuando el relato iniciado en el último post, el inefable Toni Kuakman les cuenta la segunda parte de su rocambolesca peripecia para viajar de España a Brasil.

Justo el día antes de marchar, se me ocurrió ojear el plan de viaje y ¡horror! me dí cuenta de que el billete de avión de Barcelona a Río de Janeiro incluía una escala en Sao Paulo con cambio de aeropuerto. Una vez más contra reloj, tuve que buscar en Internet información sobre cómo trasladarme de un complejo a otro.

El tiempo que me daban para era a todas luces insuficiente, puesto que tenía que recoger la maleta, pasar por aduana, cruzar la ciudad y volver a facturar para embarcar hacia Río. Les informo de que Sao Paulo es una ciudad de unos 9 millones de habitantes y los aeropuertos están separados 27 kilómetros, dándose el caso de que el de llegada se halla en el centro urbano y aterrizaba en hora punta. ¿Podía ser peor?

Podía, podía. A la hora de despegar de El Prat el avión ni siquiera estaba en el aeropuerto, por lo que partimos con hora y media de retraso. Aproveché la espera para consultar el problema del traslado. " No se preocupe, en la oficina de Iberia en Sao Paulo explica su caso y ya se lo solucionan". Me lo creí.

Encima durante el trayecto recuperamos algo del tiempo perdido, unos tres cuartos de hora, así que al arribar a Sao Paulo, al aeropuerto de Guarulhos, me puse a buscar el rincón de Iberia con toda tranquilidad. Varios minutos después empecé a sospechar que algo no iba bien. Allí parecían estar todas las aerolíneas del mundo menos la española.

Aeropuerto de Guarulhos
 
-¿Iberia en Sao Paulo? -me dijeron en información  con una cara de extrañeza que a mí, malpensado, me pareció de sorna- Sólo vienen tres horas antes de cuando hay un vuelo previsto... y ahora no hay ninguno. Dirígase a TAM.

Ésta era la aerolínea con la que debía volar de Sao Paulo a Río. Allá fui y una empleada con la misma capacidad empática de Lisbeth Salander, sin levantar la vista de sus ocupaciones, me sugirió:

-Vaya al aeropuerto de Congonhas, que es de donde sale el vuelo que usted perdió, y allí se lo solucionan.

Ríanse, ríanse.

Después de hora y cuarto cruzando el caos de tráfico de la ciudad, conseguí llegar a Congonhas. Me dirigí a los mostradores de la TAM y, tal como decía una misteriosa voz de mi interior, me explicaron que ellos no me podían cambiar el billete, puesto que era un pasaje único emitido por Iberia, aún cuando implicara el cambio de aeropuerto. Mientras me decían esto me fijé en que una chica de TAM que estaba despachando al lado no se perdía ni una coma de la conversación; la imaginé al acabar su turno, entre cafés, contándoles a sus compañeros el caso del español que hacía oposiciones a hacer de personaje kafkiano...

A grandes males grandes remedios, pensé. De Sao Paulo a Río no costaría tanto un billete ¿no? Así que sugerí comprar uno nuevo. Pero me contestaron que si hacía eso perdería el de vuelta, al darse por hecho que si no se usa el de ida... No les dejé terminar; airado, quise saber qué solución me daban. La respuesta fue genial, tengo que reconocerlo: llamar a la oficina de Iberia en el otro aeropuerto de Sao Paulo. Sí, de donde venía.

Aeropuerto de Congonhas
 
Me facilitaron el número de teléfono que, por supuesto, daba a un contestador automático. En portugués, además, y me decía que lo importante para Iberia era resolver los problemas del cliente. Tras cuatro llamadas con una espera en cada una de diez minutos, lo dejé por imposible. Llamé entonces a mi amigo y le pedí el número de Iberia en España. Aquí el contestador era en castellano, así algo había avanzado.

Pero no mucho, porque cada vez que pulsaba una de las opciones que me proponía se cortaba la llamada. Y después de unas cuantas, un siniestro icono en la pantalla del móvil empezó a titilar avisando de que estaba a punto de agotarse la batería.

Con la mirada perdida, me acomodé en el vestíbulo central sintiéndome un Tom Hanks versión La terminal. Según mis cálculos, en el móvil sólo me quedaba para una otra llamada, la postrera. Como una última bala en el revólver cuando un millar de purulentos zombies antropófagos han roto la línea de defensa y te rodean dispuestos a caer sobre tí para convertirte en su merienda.

(continuará)

Comentarios

Camila ha dicho que…
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