La mítica fundación de Cuzco


 
El otro día contaba cómo una costumbre en común que parecen tener los dioses es exterminar a la Humanidad cuando no les gusta su comportamiento, con preferencia por grandes diluvios que ahogan a casi todo bicho viviente. Lo vemos en la epopeya mesopotámica de Ut-Napishtim, en el Génesis judeocristiano y en la mitología andina de Viracocha.

También se repite el elemento salvador para aquellos que se lo hayan merecido. Lo típico es una embarcación pero, dado que los pueblos andinos no eran muy marineros y tenían a mano el lago Titicaca, fue esta masa de agua, que consideraban último resto del cataclismo, la que salvó a los justos; más concretamente, la Isla del Sol.

En ella puso Inti, otra deidad, a sus hijos Manco Cápac y Mama Ocllo, para que enseñaran la civilización al ser humano primitivo. Pero de este mito hay otra versión, a su vez subdividida en múltiples variantes, que recogió el cronista Juan de Betanzos en el siglo XVI de boca de la aristocracia inca y que narra -justificando hábilmente sus privilegios- el origen de la ciudad de Cuzco, teniendo como protagonista a toda una familia.

Dice que Viracocha, tras dejar vivos sólo a dos de los gigantes de piedra que había creado, sacó al sol y a la luna del fondo del Titicaca para dar origen al día y la noche, dedicándose a crear una nueva raza humana. Para ello la hizo salir de tres pequeñas cuevas que hay en Pacaritambo, en el cerro Tambotoco. De las grutas laterales salieron los incas y de la central cuatro hermanos (Ayar Cachi, Ayar Ucho, Ayar Sauca y Ayar Manco) emparejados respectivamente con cuatro hermanas (Mama Huaco, Mama Cura, Mama Sarahua y Mama Ocllo).

Retrato de familia
Tras instruirles, el dios los envió a poblar el mundo. Ayar Cachi, resultó ser un incordio porque, más fuerte que los otros, se divertía provocando aludes, así que los demás le indujeron a entrar en una caverna donde había un presunto tesoro y lo dejaron encerrado en ella. Por su parte, Ayar Ucho se estableció en Huanacauri y se volvió de piedra para ser adorado como una huaca (lugar sagrado).

Ayar Sauca, el tercero de la saga, se quedó con los campesinos como su deidad de referencia. Y el último, Ayar Manco, siguió viajando acompañado de su hermana hasta que, un día, la vara de oro que les había dado Viracocha con el encargo de fundar una ciudad en su honor allá donde se pudiera clavar en el suelo, consiguió, en efecto, penetrar el duro terreno.

No parecía el mejor sitio porque carecía de montes alrededor y, por tanto, el viento lo azotaba con fuerza. Así que Manco lo capturó y lo encerró en una jaula mientras terminaba de construir la ciudad. Pero entonces se presentó Ayar Sauca a protestar, considerando que, como deidad del campo, el viento le pertenecía. Tras negociar, acordaron que Manco sólo podría tenerlo cautivo un día, durante el cual debería terminar la ciudad y luego soltarlo.

Pero Manco es uno de esos grandes personajes que hacen gala de un ingenio poco común. Escaló una montaña con una cuerda y echó el lazo al sol, atándolo a una roca para que no pudiera terminar su ciclo diario. Así, la noche no llegaba y él consiguió terminar la ciudad. Ésta fue bautizada como Cuzco y la roca del amarre, conocida como Intihuatana, aún se puede ver en Machu Picchu.

El Intihuatana de Machu Picchu
 
En desagravio, Manco erigió en el centro Cuzco el espléndido Templo del Sol. Luego dejó libre al astro rey, al igual que hizo con el viento. Para protegerse de éste, rodeó la urbe de montañas. A continuación cambió su propio nombre y pasó a llamarse Manco Cápac, siendo el primer Inca (entendiendo por tal no el pueblo sino el cargo de rey) y casándose con su hermana Mama Ocllo para iniciar una dinastía.

Comentarios

Roamers ha dicho que…
Muy buen Blog enhorabuena, os dejamos un enlace por si queréis echar un vistazo al nuestro: blog.weareroamers.com
Jorge Álvarez ha dicho que…
Gracias, Weareroamers. Estaba de viaje y por eso he tardado en ver vuestro comentario. Bienvenidos a la blogosfera.

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