Villalcázar de Sirga y la iglesia templaria de las Cantigas


Nunca me ha seducido la idea de hacer el Camino de Santiago porque me gusta trepar por montañas, cuanto más empinadas mejor, pero no caminar por cunetas llanas y polvorientas, ora agostado por el sol ora azotado por la lluvia. No obstante, resulta diferente realizar un tramo en coche, en dirección contraria y con un destino que casi es la antítesis de Santiago de Compostela: Burgos. Ambas tienen llamativas catedrales e importante patrimonio monumental, mas, el matiz espiritual de llegar a la ciudad gallega tiene un origen religioso que en la castellana, al menos en el viaje que hice un par de años atrás, nacía de retroceder en el tiempo hacia nuestros ancestros primitivos, visitando el yacimiento de Atapuerca.

La rara altura del pórtico atechado
Pero eso ya lo traté en un post anterior. Esta vez centro la atención en el trayecto -desde Asturias-, durante el cual fui haciendo una serie de paradas estratégicas en sitios especialmente atractivos: Sahagún, Carrión de los Condes, Villalcázar de Sirga, Frómista y Sasamón; León quedaba excluido por una cuestión de tiempo y porque ya lo conocía. Con el tiempo iré hablando de todos ellos; y como hay que empezar por alguno, hagámoslo por Villalcázar de Sirga.

Situado en la provincia de Palencia, es una minúscula villa de poco más de centenar y medio de habitantes, tranquila y silenciosa, que me recibió con aguanieve y un aire gélido ante los que el esfuerzo por brillar de un infausto sol parecía inútil. Gorro, guantes y bufanda acompañaron a la cámara de fotos nada más bajar del automóvil en la Plaza Mayor, para combatir el frío mientras veíamos un extraño edificio que puede presumir de haber inspirado al rey Alfonso X el Sabio para componer las célebres Cantigas de Santa María. Que, por si alguien no lo sabe, se trata de un cancionero religioso medieval, de mediados del siglo XIII, que narra vida y milagros de la Virgen.

Por tanto, teníamos delante la iglesia de Santa María, singular mezcla de templo y fortaleza construida por los templarios en el siglo XII, cuando el pueblo pertenecía a esa orden -luego pasó a manos de la de Santiago-. Es un lugar raro, de contornos poco definidos a causa del derrumbamiento de la fachada principal en el año 1888, que obligó a cerrar el hueco con un muro apenas decorado.

Las arquivoltas del pórtico...
 
El aspecto pesado y macizo de la cantería sólo se rompe con un gran rosetón que corresponde a una capilla posterior y una fachada sur con arquivoltas rematadas por un muy labrado friso y atechada bajo un pórtico altísimo, el que hubiera diseñado el Greco de haber sido arquitecto. Un poco más allá, un torreón cuadrangular muestra en su parte superior el campanario, terminado en vulgar ladrillo rojo; el mismo con que se reconstruyeron zonas dañadas.

...y el friso labrado de encima.

 

Dicen que el interior, de tres naves de bóvedas nervadas más cabecera, capillas y varios sepulcros importantes (entre ellos el del hermano de Alfonso X), también es muy bello. No pude confirmarlo porque, al parecer, para entrar hay que pedirle la llave al cura y éste no aparecía. Además, era ya la hora de comer y, dado que el frío seguía arreciando, optamos por refugiarnos en el Mesón de Villasirga, que se alza justo enfrente y unos metros más allá de otro establecimiento, el cerrado Mesón Los Templarios, en cuya pared se puede ver un monumento al lechazo churro.

 

Sopa castellana para entrar en calor.
 
El primero es un establecimiento tradicional, de una sola planta, que parece recién salido de siglos atrás y al que se entra por una pesada puerta de madera cuyos resquicios están protegidos de traicioneras corrientes por un cortinón de terciopelo granate, a la manera medieval. El contraste de temperatura fue agradable y más aún tras degustar una humeante sopa castellana -en una jarra de barro y con cuchara de madera-, unas chuletillas de cordero y unas tartas de Santiago y de cerezas. Todo lo rematamos con una queimada, cortesía de la casa, cuya preparación escenificó el personal de forma muy teatral, ataviado con capa negra de peregrino y a la luz de unas velas.

Fotos: JAF y Marta B.L.

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