Guadalest

Hace ya unos cuantos años, visité la provincia de Alicante con unos amigos locales que sirvieron tanto de anfitriones como de esforzados y entusiasmados guías. No fue mucho tiempo o, al menos, no tanto como uno quisiera, dedicando un par de jornadas a conocer la capital, otra a navegar hasta Tabarca y una tercera recorriendo el litoral en tren para visitar sitios como Villajoyosa, Benidorm, Alfaz de Pi, Altea y Calpe. La última la hicimos en coche por el interior, descubriendo que el atractivo de la Costa Blanca no está sólo en la parte que se asoma al mar.

Precisamente quería hablar de ese recorrido carreteril que me llevó a sitios tan interesantes como las Cuevas de Canalobre, Alcoy o Jijona, aunque el gran hallazgo probablemente fue Guadalest. Únicamente estuve una mañana, por lo que me quedaron pendientes de ver muchas cosas en ese lugar, desbordante de interés pese a ser un pueblecito minúsculo, con más turistas (miles diarios en verano) que habitantes (dos centenares).

Guadalest es un enclave situado en el valle homónimo, al que ofrece espléndidas panorámicas. Está en plena comarca de la Marina Baja, a medio millar de metros de altitud, pese a hallarse rodeado por las sierras más altas de la provincia: Aitana, Xortà y Serrella. Por eso allí arriba cede un poco el calor  en beneficio de la brisa de montaña, lo cual es de agradecer cuando uno viaja por la España mediterránea en plena temporada estival.

Tan estratégica ubicación llevó a los musulmanes a construir un castillo , el de San José, que contaba alrededor con bancales de labor agrícola y acequias, todo ello ganado al abrupto relieve. Cualquiera que vea hoy aquella posición pensará que era inexpugnable, pero lo cierto es que pasó a manos de los cristianos en el siglo XIII y, más tarde, sucesivos terremotos y una explosión durante la Guerra de Sucesión prácticamente acabaron con él, dejando unas pocas ruinas protegidas actualmente como Monumento Histórico Artístico.

Pero el castillo, reconvertido en cementerio, y el blanco campanario, este último el elemento más destacado e iconográfico de Guadalest al sostenerse sobre el solitario Peñón de la Alcalá de forma casi imposible, como un funambulista en pleno equilibrio sobre el alambre, no son lo único visitable. También están las intrincadas calles de la villa (Bien de Interés Cultural), que son peatonales porque al casco antiguo sólo se accede a pie atravesando un túnel excavado en la roca, y por las que se camina cuesta arriba entre turistas, terrarios con plantas, carteles con menús del día y escaparates abarrotados de souvenirs, artesanía algo loca y productos gastronómicos de la tierra.

Por ese callejero se reparten monumentos diversos: una alcazaba árabe -aunque únicamente queda la torre-, una prisión medieval en el sótano del Ayuntamiento, la iglesia parroquial dieciochesca y la Casa Orduña, mansión señorial de mediados del siglo XVII. 

Lo más curioso, sin embargo, es la serie de pequeños pero coquetos museos que se pueden ir visitando uno tras otro si se pasa tiempo suficiente en el pueblo y se está dispuesto a aguantar colas. Aparte de uno etnográfico y otro de arte, los otros están dedicados a cosas curiosas y poco comunes: vehículos históricos, belenes, casas de muñecas, saleros y pimenteros...

Yo tuve tiempo de entrar a dos. El primero fue el Histórico Medieval, que se centra fundamentalmente en reconstrucciones de instrumentos de tortura, mostrando las herramientas de trabajo de ese oficio tan divertido. Parece como si todo pueblo que se precie de conservar un casco antiguo de esa época deba tener un museo dedicado a ello ¿no? El otro sitio al que entré fue el Museo de Microminiaturas, que exhibe piezas tan peculiares como La última cena de Leonardo pintada en un grano de arroz, una talla de un camello atravesando el ojo de una aguja y cosas por el estilo. En esa misma línea, hay un segundo museo, el Microgigante, donde asombrarse viendo una Biblia en un cabello, una plaza de toros en la cabeza de un alfiler, etc.

Fotos: Marta BL

Comentarios

Entradas populares de este blog

El saqueo de Mahón por Barbarroja y el fuerte de San Felipe

La Capilla Sixtina: el Juicio Final

Santander y las naves de Vital Alsar