La Capilla Sixtina: renovarse o morir


Quería pisar, admirar y hasta babear la Capilla Sixtina desde que ví El tormento y el éxtasis, aquella película de Carol Reed en la que Charlton Heston encarnaba a Miguel Ángel y Rex Harrison al papa Julio II y que contaba precisamente cómo fue el encargo del segundo al primero, los choques entre ambos -caracteres difíciles- y el proceso de decoración de las bóvedas.




Fotogramas de la película mostrando el proceso de pintura de la bóveda
 
La primera vez que se me presentó la oportunidad fue durante el clásico viaje de estudios de la universidad, hace ya décadas. Como suele ocurrir, aquella estancia en Italia fue tan efímera como intensa, intentando ver el máximo de cosas aprovechando que la juventud permite ciertos excesos sin cansancio. Durante tres jornadas en Roma visité muchos sitios, obviamente, pero El Vaticano ocupó un día entero. Y dentro, el gran momento llegó con la visita a la Capilla Sixtina.

Ya entonces -hablo de mediados de los ochenta- había grandes riadas de turistas para acceder al recinto y, si no recuerdo mal, había que avanzar por una alfombra delimitada a sus flancos con cuerdas sin detenerse. Una visión demasiado tamizada por la rapidez, cierta oscuridad ambiental y también, todo sea dicho, por los años transcurridos en mi memoria desde entonces.

Antes...
 
Poco después de aquel viaje los frescos fueron tapados para someterlos a una restauración, cerrándose la capilla al público. No me la perdí por los pelos. Cuatro años más tarde se reabría mostrando la nueva imagen de aquellos colores que, despojados de la capa de suciedad que durante siglos había ido cubriéndolos -sobre todo por el humo de las velas- dejaron a todo el mundo atónito por su viveza; no faltó a quien rechinaron, incluso, criticando la labor de los expertos.

... y después.
Durante mucho tiempo estuve a la espera de una oportunidad para regresar y ver esa Capilla Sixtina tan diferente a la algo tenebrosa que me había tocado a mí. Así que cuando en 2013 me ofrecieron unirme a otro viaje de estudios no me lo pensé dos veces. Desde 1986 las cosas habían cambiado: las riadas de turistas que antes comentaba habían desbordado los cauces de tal manera que hubo que eliminar la alfombra y el pasillo para abrir todo el espacio a la gente, la cual se desparramaba por la capilla como el agua a través de una presa rota. Al parecer se forman picos de dos mil visitantes simultáneamente ¡Hasta veinte mil personas al día!

Resultan inútiles los letreros pidiendo silencio y los que prohíben usar el flash. La mitad de las fotos que haces no sirven porque siempre aparecen en medio una cabeza o un iPad. Y es que se nota el cambio de época en la abundancia de gente grabando directamente con su tablet, moviéndola con sus brazos en alto como si enseñase un cartel. Pero cuando miras hacia arriba vuelves a quedar hipnotizado, pasando la vista de casetón en casetón, de orla en orla, de luneto en luneto, obviando las pinturas de las paredes (que son de otros artistas importantes -Botticelli, Perugino, Ghirlandaio, Signorelli y Rossini- y nos fascinarían en otro contexto pero que palidecen ante las de Miguel Ángel, claro) para terminar en la fascinante pared del altar, donde el Juicio Final es capaz de producir algo parecido al Síndrome de Stendhal.

Otro ejemplo: antes y después
 
Y, al igual que antes, mi experiencia vuelve a quedar obsoleta porque el mes pasado se estrenó una nueva iluminación que, dicen, resalta aún más las pinturas a la vez que mejora la percepción de los detalles y proporciona protección a los pigmentos, ya que se basa en luces LED (siete mil nada menos). El proyecto, llamado LED4ART, es obra de la colaboración de expertos de tres universidades (Roma, Budapest y Barcelona) y pretende imitar la luz natural. En cualquier caso, también ahorra un sesenta por ciento de energía.

Los frescos de la bóveda luciendo su recuperado colorido
 
Junto con ello también se inauguró un avanzado sistema de climatización para graduar adecuadamente la humedad y la temperatura, así como reducir el nivel del anhídrido carbónico generado por la enorme cantidad de gente; por cierto, se plantea limitar al volumen actual el acceso diario.

Así será la futura reconstrucción virtual de las gafas 3D
 
El próximo paso, a dar ya este inminente 2015, es ofrecer unas gafas de un solo uso que permiten ver una reconstrucción virtual en tres dimensiones de la capilla para ir haciéndose una idea antes de entrar a contemplarla en vivo.

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