Los chimpancés del Bosque Budongo (I)




Cuando cuentas que has estado viendo a los gorilas de montaña no suele faltar la clásica pregunta sobre lo que puede llegar a imponer estar a su lado, con un espalda plateada de doscientos kilos dispuesto a hacerte picadillo si no le entras por el ojo derecho y te considera un peligro para el grupo que lidera. Pero lo cierto es que esa hora que se pasa con ellos suele ser de lo más plácida y el macho, aunque no te pierda de vista, rara vez tiene que intervenir si se cumplen las normas de comportamiento establecidas por los guías. 

En cambio, y por sorprendente que parezca, no ocurre lo mismo con los chimpancés. Al menos no exactamente. Aunque estamos acostumbrados a su cara más amable y simpática, la de Chita y los espectáculos mediáticos, los chimpancés en estado salvaje resultan mucho más amenazadores que los gorilas y es imposible acercarse tanto. Uno no se percata de ello en toda su extensión hasta que tiene la oportunidad de verlos en persona, en su entorno natural.

La frondosidad de la selva africana, hábitat idóneo para los chimpancés
 
Yo tuve la ocasión en Uganda, dentro del Parque Nacional Murchinson Falls. Allí, aparte de la famosa catarata y de una rica fauna que puebla su sabana y las riberas del Nilo, hay también un ecosistema diferente: el Bosque Budongo, una masa arbórea de 435 kilómetros cuadrados, semi caducifolia y húmeda, regada por las frecuentes lluvias tropicales aunque tiene una estación seca entre diciembre y febrero.
 
En el Bosque Budongo no sólo hay simios...
 
Se encuentra a mil cien metros de altitud con una temperatura bastante uniforme, de escasa variación térmica: entre 19º y 32º. Rodeado de aldeas, plantaciones de azúcar y otros cultivos, la mejor forma de llegar es desde Masindi. Esa foresta densa, frondosa y sombría, hoy menguada y protegida tras décadas de explotación maderera por su apreciada caoba, es el refugio de nueve especies de primates, entre otros animales, siendo los más grandes babuinos y chimpancés.

...como se puede ver
 
Estudiados desde los años sesenta -Jane Goddall incluida-, la población de chimpancés sufrió tales adversidades, entre muertes por la guerra civil o capturas para contrabando de mascotas, que el número de individuos se redujo a medio centenar en 1995. Entonces se puso en marcha un plan de protección con el Budongo Conservation Field Station que en el año 2000 logró incrementar la cantidad de ejemplares hasta unos setecientos, gracias a la combinación de ecoturismo con la afluencia de simios desde otras áreas.


Pinta estrafalaria por culpa de las hormigas
La entrada al bosque se hace a través de un aula didáctica donde los visitantes son repartidos en grupos pequeños y asignados a un guía. En mi caso, una ugandesa con esteatopigia y gorra rastafari que era, de paso, un ejemplo de la política de incorporación de mujeres al mercado laboral local. Primero nos explicó las normas de seguridad y luego nos aconsejó no quedar demasiado atrás durante el paseo so peligro de perdernos; en tal caso podrían tardar días enteros en encontrarnos, como ya ha pasado alguna vez (o eso decía para meternos miedo, pensé entonces, si bien luego, ya sobre el terreno, lo consideré perfectamente factible). 

También nos recomendó llevar los pantalones dentro de los calcetines, aún cuando todos calzábamos botas de montaña, porque las hormigas de esos lares tienen la fea costumbre de meterse por las perneras y morder. Así que fuimos obedientes y adoptamos tan estrambótico aspecto para vestir. Al menos no hizo falta el chubasquero en todo el trayecto y el pegajoso calor ecuatorial nos acompañó, fiel y cargante, si bien la predominante sombra selvática lo hizo más llevadero y permitió prescindir de gorras y sombreros.

(continuará).

Fotos: Marta BL

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