Trilogía histórica, artística y meteorológica de Santillana del Mar (II)


Retomando donde lo dejamos en el último post, Santillana del Mar acumula patrimonio monumental y atractivos turísticos en sus estrechas y empavesadas callejuelas. Su tradicionalismo arquitectónico acentúa la sensación de haber puesto el contador de la máquina del tiempo en la Baja Edad Media o el Renacimiento, sucediéndose una interminable lista de palacios, casas y torres en cuya construcción se combinan la piedra, el ladrillo visto y la estructura de madera (a menudo vista también), con entradas ojivales de enormes cerraduras ferruginosas, soportales y blasones en las fachadas, sin que apenas haya intrusos de factura moderna.

Muchos de esos inmuebles han sido reaprovechados para albergar hoteles, restaurantes, comercios, museos y sitios oficiales. Así, la torre de Don Borja es sede de la Fundación Santillana, las casas de la Parra y el Águila acogen el Museo Regional, el convento de Regina Roeli es el Museo Diocesano, el palacio Barreda-Bracho  se convirtió en Parador Nacional, los de Valdivieso y Los Infantes también sirven de establecimientos hoteleros, etc.

Un verdugo con su chubasquero para aguantar el diluvio

Bastantes de estos lugares se abren al público para ver su interior u organizan exposiciones temporales a lo largo del año. Permanentes son la del Museo Diocesano y la del escultor Juan Otero. Pero merece la pena una mención especial para el Museo El Solar, cuya entrada está guardada por una vieja armadura -que siempre ejercen sobre mí un poder hipnótico- y sobre cuyos muros, en el jardín, sobresale la inconfundible y sugestiva jaula con un esqueleto que indica el tema de su colección: tortura e Inquisición. No me lo pensé dos veces y entré, por supuesto; tres euros y medio no son disuasorios.

La siempre iconográfica guillotina
 
Nada más ver el patio, por donde se accede al edificio, y contemplar una guillotina, un cadalso y otros fascinantes ingenios ideados por el ser humano para su obsesión favorita, causar dolor, comprendí que, por suerte, las piezas no se circunscribían a España sino que documentaban una actividad común en la Europa de otros tiempos, aún cuando se recurriese a la palabra Inquisición para llamar la atención del cliente potencial.


No es una vaca lechera; no es una vaca cualquiera. De hecho, no es una vaca sino un toro. De hierro: te metes dentro, enciendes una hoguera debajo... y se acabó el frío


De hecho, nuestra Suprema apenas utilizaba unos pocos métodos frente al alarde de imaginación sádica que exhibe el museo y que surtió los tribunales continentales durante siglos: la clásica Doncella de Nüremberg, las máscaras infamantes, la Cuna de Judas, el potro, las peras orales- rectales-vaginales, el aplastapulgares, los collares con púas hacia dentro, los mil y un tipos de látigo, el cinturón de castidad, el garrote vil, las pinzas ardientes, el torno para aplastar cabezas...


Del ganado bovino al equino: el clásico potro

La otra gran referencia de Santillana del Mar es, por supuesto, la colegiata de Santa Juliana. A mediados del siglo XII, el monasterio a partir del cual nació la localidad se transformó en este singular templo románico al que no se entra por su puerta principal -arquivoltas monumentales ante un atrio adornado por leones que antaño era el cementerio- sino por otra lateral, iniciando el recorrido por el claustro, que es cuadrado y está dotado de arcos con columnas pareadas sostenidas por una serie de cuarenta y tres capiteles, por cierto, me atrevo a decir que están entre los más bellos que recuerdo.



Dos vistas del claustro de la Colegiata

Entre sus variopintos temas, es fácil identificar algunos del Antiguo Testamento como Daniel en el foso de los leones, Sansón o el sueño de Nabucodonosor; del Nuevo, como el Descendimiento o el juicio de las almas; iconografía típica como el Pantocrátor y los Tetramorfos; motivos más mundanos como el caballero enfrentándose a un dragón o un pastor a los lobos; decoración vegetal y geométrica; un bestiario de animales fantásticos, etc.

Los capiteles, con más detalle

Como el complejo no era de clausura, carece de las habituales dependencias para los monjes, que vivían fuera. Sí hay, en cambio, una sala capitular: sus soportales dan al atrio principal y vienen muy bien para parapetarse de la pertinaz lluvia mientras se sacan fotos, con permiso de las no menos pelmas turistas con pretensiones de ser Giselle Bündchen, empeñadas en hacerte esperar hasta que acaben su improvisado book

Porque tampoco hay que perderse la iglesia. Por fuera es de aspecto similar a la de Frómista, especialmente por sus torrecillas cilíndricas, aunque no tiene una forma exenta como aquélla. Muros pesados, cabecera con tres ábsides semicirculares, bóvedas de cañón, crucero con cimborrio, capiteles que continúan la belleza de los del claustro y tres naves (la central más ancha y alta) con alguno elementos protogóticos son algunas de sus características básicas.

En el centro del crucero (foto de la izquierda) está el cenotafio de Juliana de Nicomedia conteniendo las reliquias de la santa martirizada por Diocleciano, que da nombre a la colegiata. El retablo mayor es gótico y el frontal del altar tiene cuatro relieves románicos de apóstoles que se relacionan estilísticamente con los de la Cámara Santa de Oviedo.

Habiendo visto todos estos aspectos históricos de Santillana del Mar, sólo quedaría tratar los prehistóricos. Pero eso lo vemos en el próximo post.

Fotos: JAF y Marta B.L.

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