St. Margaret Church, bodas y pompas fúnebres



Las moles espectaculares del Parlamento y la Abadía de Westminster, con sus agujas, arbotantes, pináculos, vidrieras y relieves, aparte de la silueta emblemática del Big Ben y las largas colas que se forman en ambos monumentos para acceder a su maravilloso interior, acaparan la atención de quienes visitan esa zona de Londres y hacen pasar desapercibido un tercer edificio que se encuentra justo entre ambos.

Se trata de un pequeño templo, fácilmente distinguible por la piedra blanca en que está construido, contrastando con la parda de sus vecinos. De apariencia mucho más modesta y decoración más sobria que ellos, sin embargo acumula una buena cantidad de reseñas históricas tras sus muros, alguna de las cuales está además relacionada con España. Es St. Margaret's Church, o sea, la iglesia de Santa Margarita.


El edificio original es coetáneo a la abadía y, de hecho, lo fundaron los monjes benedictinos de ésta a finales del siglo XI por una curiosa razón relacionada con ella: que los habitantes de los alrededores tuvieran una parroquia a la que ir a misa sin molestarles, ya que hasta entonces usaban la del cenobio. Se la dedicaron a Margarita de Antioquía, hija de un sacerdote pagano convertida al cristianismo que rechazó la propuesta de matrimonio de un prefecto romano; malos tiempos para ponerse borde, ya que el imperio estaba en manos de Diocleciano, a la postre el emperador que desató la mayor persecución habida contra la nueva religión. Según la leyenda, Margarita fue encarcelada, torturada y decapitada junto a otros quince mil mártires.

Eso fue a caballo entre los siglos III y IV d.C. Novecientos años después, la Abadía de Westminster se convertía en el escenario de la coronación de los reyes de Inglaterra y el lugar de reposo póstumo de diecisiete de ellos. St. Margaret iría creciendo a su sombra (literalmente), aunque su aspecto no era el que tiene ahora, dado que en 1482 se la sometió a una restauración que sustituyó el estilo románico por el gótico actual (si bien aún habría tres reformas más, entre los siglos XVIII, XIX y XX). El arquitecto fue Robert Stowell y los trabajos no concluyeron hasta 1523. Para entonces, Europa empezaba a estremecerse con el cisma protestante, que en Inglaterra eclosionó a su particular manera de la mano de Enrique VIII.


La nave lateral derecha (oeste)

En esos años se sitúa la aportación histórica española de la que hablaba antes. Como ya sabrá casi todo el mundo -si no por los libros, al menos por las series televisivas Los Tudor e Isabel-, los Reyes Católicos enviaron a su hija Catalina de Aragón a casarse con el príncipe Arturo, heredero del trono inglés;  no era una novedad puesto que, al fin y al cabo, ¡habían prometido su mano con sólo tres años!. Ya saben el resto: la boda se celebró en 1501 pero, pocos meses después, ambos cónyuges enfermaron y él falleció, por lo que en 1509 Catalina terminó casada con el hermano mayor del finado, el citado Enrique VIII, para su desgracia. En fin, no voy a contar aquí todo el rollo de las esposas del monarca porque lo que atañe es el regalo que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón hicieron a los contrayentes de los primeros esponsales.

La vidriera de los Reyes Católicos
Fue una preciosa vidriera realizada en cristal flamenco (probablemente de Amberes) en la que está representada una crucifixión con un intenso cielo azul de fondo y cuyas esquinas inferiores se decoraron con retratos de los dos esposos (el de Arturo se cambió luego por uno de Enrique). Originalmente estaba destinada a ornamentar la Abadía de Westminster, como correspondía al real matrimonio, pero dadas las funestas circunstancias y los acontecimientos posteriores, fue retirada y guardada hasta que en 1758 se decidió colocarla en la ventana de la pared este de St. Margaret, presidiendo el altar.

El resto de vitrales son más modernos, alguno incluso contemporáneo, como los realizados en 1966 por John Piper y Patrick Reyntiens, que parecen sacados de un museo de arte futurista. Los otros recuerdan a personajes ilustres, como pasa en la ventana oeste (de 1888) con sir Walter Raleigh, aquel marino que luchó contra la Armada Invencible pero también practicó la piratería, fundó la colonia de Virginia y popularizó el consumo del tabaco y la patata en Europa. Autor de Una historia del mundo, cortesano y diputado, sus correrías como pirata llevaron a España a exigir a Inglaterra su detención, que Londres llevó a cabo sin poner pegas porque antes le habían metido en la cárcel durante doce años por conspirador; ya no vivía su protectora Isabel I, aquella a la que una vez tendió su capa sobre un charco para que no se mojara al pisar. Walter, todo un personaje, terminó torturado y decapitado (1618), igual que la mártir que da nombre a la iglesia. Fue enterrado en St. Margaret's (después se trasladaron sus restos a Surrey), pero, curiosamente, la viuda conservó su cabeza en casa, metida en una bolsa de terciopelo.

La vidriera de la nave derecha
Aparte de la vidriera, se le ha dedicado un memorial, igual que a otra gente. De todos ellos cabe destacar el de John Milton, el poeta que escribió El paraíso perdido, una de las cimas de la literatura inglesa y universal (compuesta al dictado, ya que estaba medio ciego). Milton, que murió en 1674, también es homenajeado en la Abadía, pero su relación con St. Margaret es especial porque era partidario de los puritanos de Cromwell, que celebraban allí sus actos litúrgicos y muchos de los cuales fueron enterrados en una fosa común de esta iglesia (y ahí siguen) tras ser desalojados de la Abadía con la restauración de Carlos II; de hecho, en la fachada hay un busto del propio Lord Protector recordando los hechos.

Ojo, que no todo lo que rodea el lugar es fúnebre. St. Margaret se convirtió en un sitio muy apreciado por la alta sociedad para casarse. Allí contrajo matrimonio Milton mismo. También Samuel Pepys, un político de época que está considerado el cronista más importante para saber cómo transcurrió la segunda mitad del siglo XVII inglés. Pero el novio por excelencia fue Winston Churchill, que eligió esa iglesia para su enlace con Clementine Hozier en 1908; la estatua del premier británico se puede ver unos metros más allá, en una peana sobre el césped de Parliament Square. En 1920 le imitó en los avatares nupciales Harold MacMillan, que había sido ministro suyo durante la Segunda Guerra Mundial y seguiría ocupando carteras hasta encabezar un gobierno entre 1957 y 1963.

La nave principal, con el altar y la famosa vidriera al fondo

St. Margaret, incluida en el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO junto con la Abadía y el Palacio de Westminster, es hoy una iglesia estrechamente asociada a la música, algo frecuente en Inglaterra; su coro ofrece conciertos con periodicidad al son de su órgano decimonónico e incluso hace giras internacionales. Claro que el cántico más memorable debió ser el que dio origen al llamado Gran Escándalo de Eton: tuvo lugar durante la Primera Guerra Mundial, cuando el director de esa escuela, Edward Lyttelton, exhortó a los asistentes durante un sermón a amar a sus enemigos y a perdonar a los alemanes al acabar el conflicto, provocando tal indignación en la gente, que se vio obligado a callar entonando el Rule Britannia y el God save the Queen; pero no fue suficiente y el tipo tuvo que salir corriendo por la puerta trasera, tildado tanto de pangermanista como de socialista y desequilibrado mental.

Fotos: JAF y Marta BL
Foto cabecera y plano: St. Margaret Church

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