Capri (II)


Retomando mi relato personal, el que me había decidido a visitar Capri, una isla acusada de turística pero que no sólo no lo oculta sino que hace gala de ello remontando tal condición a la época romana, embarqué en un ferry y en poco más de media hora pisaba Marina Grande. Es el pequeño pero elegante puerto local, donde multitud de lanchas eran mecidas por el mar en sus abarrotados pantalanes, en espera de clientes que quisieran hacer la consabida excursión  acuática que circunnavega el perímetro insular (unos 17 kilómetros, más o menos). Yo fui uno de ellos, eligiendo una de bellos acabados en madera y cuyo patrón, émulo de Cristiano Ronaldo en versión italiana, ostentaba una gorra de visera hacia atrás y unas nada discretas gafas de espejo que protegían sus ojos del sol con la misma intensidad que herían los de los demás.

Zarpando de Marina Grande

El trayecto fue en dirección Este, doblando la Punta del Capo para ir pasando ante las grutas de Tiberio (ubicadas justo bajo las ruinas de Villa Jovi), Bianca, Dei Petri, Matromania... Los acantilados que caracterizan aquella costa son abruptos pero con la roca calcárea socavada por multitud de cavernas, siendo algunas un punto de especial interés para los visitantes por sus características morfológicas: las grutas Oscura, Verde, Blanca, Maravillosa, del Coral, del Arsenal...



Las grutas horadan todo el litoral de Capri. A algunas se puede acceder bajando por el acantilado mediante escaleras talladas en la roca

Se pasa, asimismo, por dos emblemáticos puntos. Uno es Punta Masullo, sobre el que Curzio Malaparte erigió su vivienda de paredes rojizas. El otro ha sido inmortalizado no por la mitología o la literatura sino por la publicidad: el Faraglioni di Fuori, un colosal arco de piedra que aflora cien metros sobre el nivel del mar y constituyó el escenario perfecto para un célebre spot televisivo de Dolce & Gabbana. No obstante, tiene su leyenda, probablemente creada por los operadores turísticos para animar a sus clientes: besar a la pareja al pasar bajo ese farallón garantiza casarse con ella. O sea, que ya se sabe qué hay que hacer (o qué no).


Faraglioni dei Fuori. Se aprecia un barco pasando bajo el arco para cumplir la tradición casamentera...
... y nosotros detrás

No es el único arco que la Naturaleza tuvo a bien moldear en la roca. Hay otro en tierra, pero claramente visible desde la lancha, que ha adoptado la caprichosa silueta de un elefante, situado muy cerca de una gruta -la Matromania- usada por los romanos para el culto a la diosa Cibeles.

La roca en forma de elefante, en lo alto
Así se llega a la Marina Piccola, una ensenada de litoral cortado a pico donde se repite el panorama de acantilados, cavernas y peñascos caídos al agua -aunque allí se ha construido otro puerto-, presidida por la silueta, asomada al abismo, de la máxima altitud de la isla: el monte Solaro, de 589 metros, al que se puede subir en un cuarto de hora desde la localidad de Anacapri en un telesilla no recomendable para quien sufra de vértigo pero sí para el que busque las mejores panorámicas insulares.

Luego continúan algunas de las cuevas citadas y se dobla el cabo de Punta Carena, inconfundible por el faro que lo corona y que con el del otro extremo, el de Punta del Capo, que se había dejado atrás al poco de zarpar, traza una diagonal dividiendo la isla en dos.

Más calas, puntas y acantilados batidos por las olas llevan el bote hasta otro de los escenarios estrella de Capri: la Grotta Azzurra o Gruta Azul, famosa porque los curiosos han de transbordar de sus lanchas a unas barcas de remo ad hoc para acceder tumbados en ellas, ya que la entrada no sobrepasa el metro de altura (con marea alta, imposible), y porque el agua interior irradia el intenso tono que le da nombre, debido a que la única luz penetra por debajo del agua. Tiberio convirtió el sitio en un ninfeo, fortaleciendo la narración de Homero, pero las ninfas seguramente huirían hoy a un sitio más tranquilo ante la avalancha de gente que acude cada día y que debe esperar su turno.

El intenso tono azul del agua es natural
 
Así cerramos el círculo y retornamos a Marina Grande para desembarcar y recorrer la isla por tierra.

[continuará...]

Fotos: JAF

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