Palacio de San Telmo, la pequeña corte


Hoy en día, el palacio sevillano de San Telmo es conocido por acoger la Presidencia de la Junta de Andalucía, pero se trata de un edificio histórico que ha tenido diversos e importantes usos a lo largo de su historia. Una historia que empezó en la primavera de 1682 en la parte extramuros de la ciudad, junto al Guadalquivir. Esa zona era propiedad de la Inquisición, pero lo que se construía no era para el célebre tribunal religioso sino que estaba destinado a ubicar el Real Colegio Seminario de Sevilla, que Carlos III había creado por real cédula a petición de la Universidad de Mareantes.

Esta última institución era la que representaba al gremio de comerciantes (por eso también se conocía como Universidad de Mercaderes), una de las tres patas que sostenían el negocio sevillano de la navegación y el comercio que se plasmaba en la Carrera de Indias, siendo las otras dos el Consulado de Cargadores y la famosa Casa de Contratación. Todas las urbes importantes tenían organismos similares, especialmente las portuarias, en las que el antecedente eran los consulados del mar;  incluso se exportaron a América, con sedes en México y Lima.

Sevilla en el siglo XVI

El Colegio de Marina, que así pasó a llamarse en 1788, tenía como objetivo la formación de marinos en sus diferentes especialidades, para surtir de efectivos a las tripulaciones que hacían el viaje transatlántico al Nuevo Mundo. Su capacidad permitía acoger tres millares y medio de alumnos "pobres, huérfanos y de noble cuna". Allí aprendían a leer, escribir, matemáticas aplicadas a la náutica y manejo de instrumentos de navegación. Luego embarcaban en navíos para hacer prácticas. Este sistema funcionó hasta 1847.

El edificio se convirtió entonces en sede de la Sociedad del Ferrocarril primero y de la Universidad Literaria después, pero resultaba demasiado grande y apenas se utilizaba una pequeña parte para esos menesteres. En 1849 lo compraron los duques de Montpensier para convertirlo en su residencia, reformándolo a tal efecto. El duque, Antonio de Orleans era hijo de Luis Felipe I de Francia y, por tanto, nieto de aquel miembro de la casa real gala que apoyó la Revolución y que fue conocido como Felipe Igualdad (lo que no le sirvió de mucho porque acabó también en la guillotina). Antonio se casó con María Luisa Fernanda de Borbón, hija de Fernando VII y hermana de la reina española Isabel II.

Los duques de Montpensier

Pese al parentesco, ambos conspiraron activamente contra la monarquía -a San Telmo se lo llamaba la "pequeña corte"- y financiaron la Gloriosa, como se llamó a la Revolución de 1868, con el objetivo indisimulado de ser califa en lugar del califa, es decir, subir al trono. Pero Montpensier mató a un primo en un duelo y el escándalo consumió su candidatura, perdiéndola en favor de Amadeo de Saboya. Todo un personaje digno de glosa literaria, también se barajó su nombre para asumir la corona de un hipotético Reino de Ecuador que nunca se concretó y se le considera sospechoso de ser instigador del asesinato de Prim. Su vida se puede resumir en aquellas coplas populares:

Yo soy el rey naranjero
de los huertos de Sevilla.
Quise atrapar un sillón...
y me quedé sin silla

Esta vida de intriga continua se fue atenuando en el último cuarto del siglo XIX, por el peso de los años y los fracasos. La gran paradoja es que lo que no consiguió él con aquellos turbios manejos lo logró su hija, María de las Mercedes, de una forma muchos más sencilla: casándose en 1878 con su primo Alfonso, hijo de la derrocada Isabel II, a quien el pronunciamiento del general Martínez Campos a finales de 1874 devolvió al trono de España. A la madre del novio le costó aceptar aquella boda porque no olvidaba los manejos de su cuñado contra ella, pero al final accedió dejando como explicación una perla de su reconocido casticismo: "Ella no tiene la culpa de que su padre sea un guarro".
 
María de las Mercedes y Alfonso XII

Por fin el apellido Montpensier había conseguido reinar, aunque por poco tiempo, apenas cinco meses. El causante de la muerte de María de las Mercedes, el mismo día que cumplía su mayoría de edad, fue precisamente el Palacio de San Telmo, donde las filtraciones de una fosa séptica contaminaron el agua en las tuberías y originaron un brote de tifus. Algo habitual en la época y, de hecho, se cree que ocurrió un óbito parecido en el Palacio de Windsor con el príncipe Alberto.

En 1893, tres años después de fallecer Montpensier, su viuda donó a la ciudad los jardines del palacio, que ya estaban protegidos como Bien de Interés Cultural, abriéndose al público en 1914 como parque público con su nombre. El edificio lo entregó al Arzobispado de Sevilla, que lo destinó a seminario y así siguió hasta que en 1989 pasó a alojar al gobierno regional.

La portada churrigueresca
El palacio es un complejo de planta rectangular estructurado en torno a un patio central y con torres en sus esquinas. Lo diseñó Leonardo de Figueroa, con característicos tonos granate y amarillo por todo el exterior. 
 
Aunque lo más representativo, la espléndida portada churrigueresca de caliza blanca, fue obra de su hijo Antonio Matías en 1754: tres cuerpos en altura, el primero con columnas toscanas, el segundo un balcón sostenido por monstruos marinos y atlantes (que en realidad son indios porque la decoración temática es alusiva a la Carrera de Indias, a las ciencias y a la navegación) y el tercero un templete con la estatua de San Telmo, patrón de los marineros -de ahí el nombre- flanqueado por San Fernando y San Hermenegildo.

Aparte, es interesante la capilla barroca, obra también de Figueroa, de una sola nave y bóveda de cañón sostenida por pilastras corintias, donde se venera a la Virgen del Buen Aire que firmó el escultor Juan de Oviedo. La decoración de ese espacio corresponde al escultor Pedro Duque Cornejo y al pintor Domingo Martínez, habiendo también un Zurbarán. 
 
Por último, cualquier peatón puede contemplar  la fachada este, en cuya cornisa se suceden doce estatuas de otros tantos ilustres sevillanos -de nacimiento o de adopción-, encargados por los duques de Montpensier a Antonio Susillo. Entre los representados están los artistas Velázquez, Murillo y Martínez Montañés, el militar Luis Daoíz, el humanista Arias Montano y el sacerdote Bartolomé de las Casas.

Fotos: JAF

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