Visita al Mary Rose (II): el naufragio


El Mary Rose es el único barco que se conserva del siglo XVI. En el artículo anterior lo dejamos justo cuando zarpaba de Portsmouth para enfrentarse a la flota francesa el 18 de junio de 1545.

Fue el mismo año en que se inició el Concilio de Trento, que nacieron Alejandro Farnesio y Don Juan de Austria (el hijo díscolo de Felipe II), y el mismo en que murió en Vilcabamba el rebelde Manco Inca Yupanqui. Inglaterra y Francia estaban en guerra y la gigantesca flota de Francisco I libró su primer combate esa mañana; un cañoneo mutuo sin mayores consecuencias al que asistió el mismísimo Enrique VIII en persona a bordo del espléndido Henry Grace à Dieu, la gran carraca insignia de la armada inglesa cuyo tamaño era aún mayor que el del Mary Rose.

Enrique VIII embarcando en el Henry Grace à Dieu (Bernard Finnegan Gribble)

La historia del que también era conocido como Great Harry es algo confusa. Botado en 1514, el Mary Rose le precedió tres años y asimismo se le adelantó en novedad, ya que fue la primera nao concebida específicamente para la guerra; pero el Great Harry la superaba en medidas (60 metros de eslora frente a 32) y la triplicaba en desplazamiento (1.500 toneladas) debido a sus descomunales castillos de proa y popa. Ambos tuvieron ocasión de disparar su artillería contra los galos en la Batalla de Solent a lo largo del 18 de junio, aunque de forma limitada porque tenían el viento en contra y debían  permanecer cerca del puerto, cubiertos por las galeras.

En primer plano, el Mary Rose; al fondo, el Great Harry (Richard Willis)

Pero a la mañana siguiente, cuando por fin sopló el viento a favor, el Mary Rose zarpó de Portsmouth y, adelantándose al Great Harry y a las otras unidades, llegó hasta el enemigo, disparó una andanada por una banda, maniobró para presentar la otra y lanzar otra... y entonces un fuerte golpe de viento lo hizo escorar, penetrando el agua por las portas abiertas de la batería inferior y desequilibrándolo; el exceso de artillería había hecho que la línea de flotación quedara a menos de un metro de la superficie y ese error resultó fatal. Luego, el peso de los cañones y otros enseres rodando por el maderamen sin control fue la guinda para provocar que zozobrase.

Hundimiento del Mary Rose con el Harry Grace à Dieu al fondo (Geoff Hunt)

La nave se fue a pique de forma muy parecida a cómo la haría el Vasa en 1621, barco con el que guarda también la similitud de haber sido reformado -volviendo sus castillos tan pesados que resultaba inestable- y el haber sido rescatado del fondo en el siglo XX. Pero antes de entrar en ese tema, hay que reseñar la tragedia sufrida por la tripulación: según era costumbre, se había extendido una red sobre la cubierta para impedir posibles abordajes y esa malla se convirtió en un obstáculo letal para que los marineros pudieran ponerse a salvo (al menos aquellos que no estaba atrapados en el interior y que tampoco pudieron salir por los atascos que se formaron en las escaleras, como demostró luego el hallazgo de los cuerpo amontonados).

Enredados en esa doble trampa, perecieron todos ahogados, incluyendo al vicealmirante George Carew; sólo se libraron los gavieros, al estar en los mástiles manejando el velamen, mientras el barco desaparecía engullido por las frías aguas del Canal ante el estupor del resto de la flota. Sólo se salvaron 35 de los más 400 hombres que llevaba (hasta 700, según otras versiones).

El dramático momento desde el interior (Richard Schlecht)

Sobre este naufragio hay multitud de teorías y explicaciones complementarias. Algunas aluden a la deficiente actuación de los integrantes de la tripulación, explicable bien porque la epidemia de disentería que sufría Portsmouth mermaba sus facultades, bien porque habría sido necesario reclutar a inexpertos rufianes de todo tipo para cubrir las abundantes bajas. Otras dicen que la disposición del pecio indica que el capitán intentó navegar hacia los bajíos de Spitbank, que estaban a unos cientos de metros, para encallar y evitar el hundimiento, pero no le dio tiempo.

El pecio del Mary Rose

Apenas un mes más tarde del suceso, Charles Brandon, cuñado del Rey, fue puesto al frente de la operación de rescate. La idea era pasar unos cables por debajo del casco y sujetar los extremos a sendos barcos situados a cada lado, el Jesus of Lübeck y el Samson, tensándolos con cabrestantes de manera que se pudiera remolcar. Pero fue imposible porque el Mary Rose había quedado medio enterrado en el fondo fangoso. Únicamente pudieron sacarse algunos cañones y otros enseres en 1547 y 1549. Y eso que décadas después, en tiempos de Isabel I, el buque todavía sobresalía de la superficie cuando había marea baja; después se impuso la naturaleza, los restos colapsaron y el Mary Rose desapareció de la vista, cayendo en el olvido hasta que la corriente empezó a empujar trozos a la costa, permitiendo la localización del pecio en 1836.

Retrato anónimo de Charles Brandon junto a su plan de rescate

Lamentablemente de nuevo se le perdió el rastro y hubo que esperar al siglo XX para que aquella nave volviera al candelero. Fue en 1967 cuando se formó un comité para buscar el pecio debido a que se encontró una carta náutica de 1841 que indicaba su localización. Poco a poco se fue estrechando la búsqueda y finalmente, en 1971, se fijó la posición exacta, muy cerca de la bocana del puerto de Portsmouth y a sólo 11 metros de profundidad con marea baja. En este caso, la naturaleza colaboró, no sólo conservando el maderamen bastante bien con la fría temperatura del agua sino también provocando tormentas que hicieron aflorar restos y facilitar el trabajo.

[CONTINUARÁ...]

Imagen cabecera: el Mary Rose en la batalla de Solent
Más información: Mary Rose Trust

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